En el desierto de Villavieja, Huila, los pobladores optaron por esconder las piezas arqueológicas que encuentran para que no se las lleven los turistas y el Ingeominas.
Foto: Francisco ArguelloEn el desierto de Villavieja, Huila, los pobladores esconden las piezas arqueológicas para que no se las lleven los turistas.
Ana Mireya, una encorvada y rucia mujer, sale de su casa en medio del desierto de La Tatacoa, en Villavieja, apenas cae la madrugada. Una lluvia de estrellas se esconde en el firmamento mientras decenas de cabras comienzan a pastear sobre las áridas y extensas tierras.
Los brazos de la villaviejuna cargan consigo una bolsa hecha en tela oscura, donde esconde decenas de piezas arqueológicas de gran importancia cultural en la región y que las encontró durante un recorrido familiar.Al igual que decenas de pobladores y fundadores de La Tatacoa, ella optó desde hace un par de meses por esconder restos fosilíferos que han encontrado en medio de los 330 kilómetros cuadrados de la zona, para que no se los roben.
Los caparazones de tortugas acuáticas, las vertebras, los colmillos de tigre y hasta coprolitos de dinosaurio (heces fosilizadas), hacen parte de las reliquias que Ana Mireya conserva bajo su cama y que saca cada vez que los quiere limpiar o mostrarlos con temor de ser sorprendida.
“Los turistas tratan de despedazar los fósiles que observan y se los llevan”, explica Aurelina Romero, una habitante de La Tatacoa desde hace 50 años y quien dice conocer un cementerio de tortugas que se mantiene oculto por temor a ser saqueado o explorado por el Ingeominas.
“Vienen a tomar fotos y yo dejo. De Bogotá me llamaron que si los entregaba y les dije que no, que eran del desierto”, insiste Romero, quien aclaró que prefería devolver lo que tenía al sitio de donde lo sacó.
El Espectador llegó hasta la zona y encontró con orientación de los labriegos, el cementerio secreto de fósiles. El lugar, ubicado en la zona conocida como “Los Hoyos”, en medio del desierto, es hermoso, la tierra es plana y árida. Allí golpea el viento con mayor intensidad.
Sobre el suelo empolvado permanecen enterrados gran cantidad de caparazones de tortuga que apenas asoman parte de su estructura. Calcular la cifra exacta es imposible porque están regados y sembrados en medio de las rocas que, según los historiadores, estuvieron inundadas 12 millones de años atrás.
“Encontramos las paletas y rodillas de Megaterios, que nosotros llamamos Chocozuela, columnas de cocodrilos, dientes de mamíferos y cabezas de armadillo o Rungas”, comenta Ana Mireya, quien recorre desde que tenía tres años el desierto. Hoy pasa los 40.
Por esto, se atreve a decir que en La Victoria, un caserío ubicado a una hora de Villavieja y en un extremo del desierto, se esconden los restos de una tortuga de al menos ocho metros de longitud. El sitio exacto prefiere omitirlo.
“No queremos que el Ingeominas se lleven para el museo en Bogotá los fósiles del desierto”, insiste Orfanda Soto Perdomo, quien habita el caserío desde hace 48 años y los reclama.
“Se llevaron el Megaterios de ocho metros, hace como seis años y aún no han traído”, agrega, al recordarlo como un enorme oso perezoso cuyos restos óseos se encontraron en La Tatacoa.
La alcaldesa de Villavieja, Tania Beatriz Peñafiel, aseguró que el Ingeominas devolverá los fósiles del animal cuando se construya un museo de mayor tamaño que el existente en el pueblo.
En septiembre de 2008, Norberto Perdomo Perdomo descubrió en la vereda Palmira, en Villavieja, el caparazón de la tortuga más grande del sur colombiano. “El fósil tiene 1, 70 metros de altura y 1, 40 metros de ancho y pesa tonelada y media”, reportó la Policía de Turismo del pueblo.
Los restos del animal siguen en el Ingeominas. La Alcaldesa permitió la evacuación de las piezas para su respectivo estudio, pero se comprometió a devolverlas. Con la misma suerte corre la mandíbula de un Estrapoteiros, un mamífero que habitó en el área hace 1000 años, pesa 900 kilogramos, mide dos metros con 50 centímetros y se alimentaba de hierbas.
Edgar Cortés, Coordinador de áreas protegidas de la Corporación Autónoma del Alto Magdalena, Cam, dijo que hay que rescatar las riquezas arqueológicas, pero no para que se las lleven para Bogotá. Y propuso la creación de sitio donde se puedan observar todos los hallazgos en Villavieja porque “cada poblador tiene un museo en su casa”.
Francisco Argüello EL ESPECTADOR
martes, 11 de agosto de 2009
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